Dos días seguidos estuve con San Pedro. No el cristiano, si algo hubiera de cristiano en mí, sería una broma del diablo. Hablo del San Pedro que tiene la llave del paraiso y la experiencia fué muy espinosa.
Huachuma la planta de los dioses.
Al tercer día, el Lunes, mi estado era mortal.
Si. Me estaba muriendo, clásicos síntomas, añadido de una relajación extrema que me daba la certeza que de no concentarme me desconectaba del cuerpo y de este mundo de engaños.

Salí a cumplir compromisos sin pensarlo mucho, cada cierto tiempo, no sé cuanto, me volvía esa fuerte sensación que empezaba la transferencia pero lograba recuperar la solidez. No era resistencia no tenía sentido luchar contra ese flujo infinito, solo lo estaba conociendo, siguiendo el juego.
Me encontraba curioso, sorprendido, tranquilo sabiendo que estaba por morir en breve.
Resolví volver a casa aunque estaba bastante lejos. Quería estar en casa y vivir la muerte a mi modo.
La concentración era total, venía manejando y no deseaba chocar y entrar en la burocracia, ni tratar con ser humano alguno.
En un momento sentí en mi cabeza, era mi voz pero también una orden externa, "acá, pará acá". Sabía que era morir ahí, me fué muy dificil no acceder esa vez. A partir de ese momento la respiración la tuve que hacer de modo conciente, voluntaria, mecánica. Funciones vitales se desconetaban. El ritmo del corazón a random.
Mi modo de pensar era diferente como si llegara a la conclusión inmediatamente sin necesidad de desarrollo. Tenía las respuesta y sin embargo no importaban.
En tanto se iniciaba en mi mente un repaso de mi vida. Terminó rapidamente cuando me ṕregunté ¿Para que? Estaba muriendo no había más tiempo para pensar en el pasado, no había más tiempo, nada de eso importaba, ya era solo escencia tomándome un permiso privilegiado.

Mi recuerdo del camino a casa es totalmente distinto al que creo que viví. Lo vivido, creo, se parecía más a la realidad ordinaria, lo deduzco por poder manejar sin problemas. Lo veo o lo imagino como un recuerdo dentro del recuerdo. Supongo que la concentración, todos los sentidos puestos en manejar y respirar, hizo que solo tuviera conciencia del entorno mínimo que yo creía seguro.

En el recuerdo tengo presente todo el ambiente y es otro mundo, es como una acuarela saturada sin formas definidas más allá de mi espacio peripersonal, un mapa alienígena, una nueva y extraña geometría, un mundo que se derrite, adentro, afuera. Un lugar sin edificios, ni calles, ni autos, ni sonidos, ni humanos, ni espectáculo, ni palabras, ni rastros de la esquizorrealidad.
El mundo muta y se acerca una marea creciente plana y a su vez profunda con la intención de asimilarme, color índigo, todos los índigos, infinitos, goteando, moviéndose como lava. El mundo es en una ola de lava caótica sublime, infinita y eso no me incomoda.
Todos los sentidos se unifican. La alquimia funciona.

Estaba cerca.

Llegué a casa por última vez.
Calmadamente activé los ritos de despedida.
Me acosté, cerré los ojos esperando la caricia gélida, esperando el último segundo de la última hora, el momento soberano.

Más sorprendente que haberme despertado en este mundo, es que no tenía ningún malestar, ni dolor, ni resaca de ningún tipo. Completamente regenerado y conectado, listo para seguir la psicoexploración, lejos del mundo ordinario del dios dinero, ahora tengo la clave para disolverlo, para resetear la brújula.

¿Mis sentidos se ven alterados en el recuerdo? ¿O simplemete había visto al mundo de otra manera? ¿Un portal a otra dimensión quizás? ¿O un vórtice al mundo de los muertos? ¿He visto el final? ¿El eclipse de la matriz? ¿Ojos en Marte? ¿La tumba de la civilización? ¿El borde de la razón?

Dos viajes paralelos y reales.

Se lo que vi, se lo que veo, aunque no hay razón certera, solo aproximaciones.
San Pedro es así, mi mente es así y mi cuerpo brotado de espinas brilla y se desliza entre la lava índiga ... real ... sublime.

“El simbolismo de San Pedro es localizar en todas las regiones del territorio el pensamiento elemental y la potencialidad del hombre... San Pedro es un cacto que contiene un ingrediente que, al ser ingerido, produce la apertura del subconsciente y del sexto sentido del individuo –esto es, el sexto sentido telepático del individuo –que le permite- transportarse, sublimarse a través de la materia, el tiempo y la distancia. Uno puede transportarse espiritualmente, rápidamente, al lugar donde quiera estar, concentrándose en su objetivo… También puede añadirse misha a San Pedro para producir una mayor fuerza visual. San Pedro es una ayuda que uno utiliza para hacer el espíritu más placentero, más manejable…” Eduardo Calderón Palomino chamán peruano entrevistado por Douglas Sharon para su libro El Chamán de los Cuatro Vientos.